dijous, 31 de juliol del 2014

La vida con un perro geriátrico

Unos años antes… “Meeeec!” -> “Guau!”
Ahora… “Meeeec!” -> “¿Quién es?” -> “Hola!” ->  (tic-tac-tic-tac…) “Guau!”

Como muchas personas que compartimos la vida con perros de más de 7 años, me he dado cuenta, poco a poco, de que Puça se ha hecho mayor. A sus 13 años ya no le gustan nada los cambios en casa, nos espera en su cama mientras nosotros aprovechamos las últimas horas de la noche, ya no le interesa perseguir gatos y, lo más importante, ahora somos nosotros los que la avisamos a ella cuando llaman al timbre las visitas.
  


¿Cuáles son las quejas más frecuentes de personas que conviven con perros geriátricos?

Es frecuente encontrar déficits sensoriales de tipo auditivo y visual que pueden provocar cambios en el comportamiento del animal. Por ejemplo, un perro que empieza a perder capacidad visual probablemente se volverá más dependiente de su compañero.

También observamos una menor capacidad para adaptarse a los cambios en el ambiente, hecho que puede conllevar un mayor grado de estrés o estado ansioso en perros ya predispuestos a ello.

Las quejas por problemas de comportamiento en general no parecen ser más frecuentes que a otras edades, puesto que en caso que se hubiera presentado algún problema anteriormente ya se habrá producido solución, adaptación por parte de la familia o imposibilidad de convivencia y por tanto búsqueda de soluciones drásticas como abandono o eutanasia.

Ante problemas conductuales en un animal geriátrico debería acudirse a un veterinario para descartar causas médicas. Por ejemplo en el caso de una posible agresividad, la vejez puede condicionarla en dos sentidos: el primero rebajando el umbral en el que el perro se muestra agresivo, sobretodo si ya había una tendencia previa, y el segundo provocando un comportamiento agresivo en reacción a un posible dolor subyacente del que el propietario puede o no tener conocimiento.




Enfermedades degenerativas…

Somos muchos ya los que conocemos a alguna persona afectada por la enfermedad de Alzhéimer. Después de estudiar todos sus síntomas en la facultad de Psicología, mi abuela ha hecho que viva de cerca esta patología degenerativa contra la que poco se puede hacer más que frenar su avance y proteger a la persona en un ambiente seguro en el que las cosas sean sencillas y su pequeño mundo siga teniendo, a su manera, algo de sentido.

¿Qué es el Síndrome de Disfunción Cognitiva o SDC?

El SDC o “enfermedad de Alzheimer del perro”, con una elevada similitud tanto a nivel clínico como fisiopatológico con esta enfermedad humana, es un síndrome demencial, neurodegenerativo, que avanza progresivamente y que tienden a padecer algunos perros a lo largo de su vida geriátrica. A nivel del sistema nervioso, lo que se encuentra post mortem es una disminución en el número de neuronas colinérgicas (que trabajan con el neurotransmisor acetilcolina) en la corteza cerebral y el hipocampo, área especialmente importante para la memoria.
Los cambios comportamentales son característicos de cada afectado, pudiendo existir distintos grados de alteración cognitiva, por ejemplo, algunos perros pueden llegar a desconocer a los miembros de su familia y otros, con un grado menor de déficit cognitivo, pueden recordar sin dificultad las instrucciones aprendidas durante el entrenamiento casero previo.

El hecho de no existir una prueba diagnóstica sólida, de la misma manera que sucede en neuropsicología humana, hace que la detección temprana sea de vital importancia para el pronóstico. Existe una prueba neuropsicológica interesante para la detección de demencia en medicina humana llamada Wisconsin, que consiste en crear patrones cambiantes y evaluar la capacidad del paciente para detectar variaciones en el criterio, para la evaluación del SDC pueden utilizarse pruebas de este tipo adaptadas a perros siempre complementarias a cuestionarios que responden los propietarios.

Los síntomas deben diferenciarse de simples cambios propios de una edad avanzada. Los principales síntomas observados en el SDC son: Desorientación, Interacción social alterada, Sueño alterado y cambios en Hábitos (desaparecen). Otros síntomas: aumento de vocalizaciones, actividad sin propósito claro (deambular, quedar-se mirando a una pared, dar vueltas sin sentido), inquietud, disminución de la actividad exploratoria, alteraciones del apetito, etc.).

No está de más decir que los perros geriátricos, con dificultades cognitivas o sensoriales añadidas pueden llevar especialmente mal el hecho de ser abandonado, cambiar de hogar o tener que sobrevivir en la calle. 

Perro callejero Guatemala

¿Podemos mejorar la calidad de vida de los perros geriátricos?

  • Estimulación cognitiva:

 Existen pequeños ejercicios que podemos ir realizando para que nuestro perro sénior siga poniendo a prueba su memoria, concentración y atención como utilizar juegos interactivos en los que el perro debe recordar dónde suele haber premio o utilizar el ensayo y error para solucionar un problema. Otro elemento que puede ayudar a estimular al perro geriátrico son ejercicios sencillos de rastreo en los que deberá encontrar premios escondidos.

También es recomendable seguir practicando órdenes sencillas con una clara recompensa así como intervenir de forma rápida en el inicio de problemas de comportamiento surgidos o agravados en la vejez.
Una vez ya se han observado síntomas de SDC, la terapia comportamental y el reentrenamiento del animal en estados tempranos han sido sugeridas como herramientas terapéutica adecuadas y adicionales al tratamiento farmacológico.

  •        Enriquecimiento ambiental:

Una estimulación habitual en el hogar hará que el animal utilice de forma regular sus capacidades cognitivas y no caiga en un estado de apatía y aburrimiento. También puede ser útil para mitigar la ansiedad que pueden sufrir algunos animales geriátricos. En futuras publicaciones profundizaré sobre este tema.

  •       Hacer el entorno más accesible:

Muchas veces el animal geriátrico necesita ayudas nuevas para estar cómodo en su hogar. Las causas de su nueva situación pueden ser dolor, déficits sensoriales o simplemente la disminución de capacidades como la facilidad de movimiento y la orientación.




Una rampa que le ayude a acceder al sofá, la elevación del comedero a una altura más cómoda, la señalización con estímulos olfativos o táctiles de los lugares en los que dispone de recursos o la instalación de una pequeña luz cerca de su lugar de descanso pueden ser soluciones sencillas y muy útiles para animales que ya han dejado atrás su juventud. 

Del tratamiento completo a varios niveles y la prevención de enfermedades típicas de la vejez a nivel veterinario hablaremos en publicaciones siguientes con la colaboración de Carola Capdevila.


En conclusión…


La vida con un animal geriátrico puede ser divertida y enriquecedora, aunque a veces hay que ser paciente y tolerar los pequeños cambios que se van produciendo en nuestros mejores amigos. Sin duda, la recompensa de acompañar a nuestro colega canino en los últimos años de su vida es mucho mayor que los pequeños inconvenientes con los que nos podamos encontrar.











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